Tras una noche a vueltas en la cama a base de salir y entrar del saco por calor y frío, finalmente llegó la hora de levantarse para empezar el segundo día de aventura.

El día anterior apenas tuve tiempo para descansar, había llegado muy tarde y fue casi cenar y a la cama. El cuerpo estaba cansado del esfuerzo del primer día, pero no agotado. Los pies estaban doloridos pero se podía andar.

Tras recoger y preparar la mochila, en la primera planta del albergue estaba la cocina, en donde estaba preparado el desayuno para los que nos hospedábamos allí, la verdad es que fue un desayuno muy generoso que no vino nada mal para empezar el día con fuerza.

Fuí el penúltimo en salir de la habitación para empezar la jornada y empecé a un buen paso.

Al pasar algo menos de 2h ya había alcanzado a los que habían salido 30m antes que yo, las piernas tenían energía para llevar un paso alegre. Salir a caminar no es una carrera, cada uno lleva su ritmo y va como quiere, disfrutando del paisaje. Pero mira, estaba contento y podía llevar un paso vivo.

Cuando llevaba casi 3h de jornada fue cuando empecé a arrepentirme de haber empezado el día tan alegre. Los pies que ya los arrastraba doloridos de la etapa anterior empezaban a ser un problema y tuve que bajar mucho el ritmo del paso para poder seguir caminando. Iba caminando por un sendero paralelo al río, camino a Pamplona pero ya me había dado cuenta de que no iba a poder llegar ese día a Pamplona :’/

El dolor de pies era tan severo que caminaba unos minutos y tenía que parar para quitarles el peso otros tantos, llegar hasta el pueblo en el que pretendía hacer la noche se había convertido en una auténtica agonía. La metatarsalgia acababa de hacer acto de presencia.

En uno de estos descansos una pareja de peregrinos (Alaska y USA), se pararon a hablar un rato conmigo, preocupados de si me encontraba bien. Sólo era dolor de pies, así que me recomendaron como poder relajarlos al final de la jornada y tras disfrutar de unos minutitos de charla continuaron su camino.

Y ahí seguí arrastrándome poco a poco hasta llegar a Zuriain, con la esperanza de poder quedarme en el albergue ese día y darle al cuerpo, y sobre todo a los pies, unas horas de descanso que no tuvo el día anterior. Realmente fue un maldito esfuerzo psicológico el llegar hasta Zuriain. Y cuando llegué, ¡Sorpresa! todo cerrado.

Así que no podía ejecutar el plan. Ese día para llegar al albergue a descansar necesité transporte, ya que me era imposible intentar llegar al siguiente pueblo. Aprovechando que ya tiraba de transporte para llegar al albergue decidí cruzar Pamplona. Es una ciudad que ya conozco, si no la conoces deberías aprovechar para conocerla.

El plan de ese día era dormir a la entrada de Pamplona y cruzar la ciudad al día siguiente a primera hora. Caminar por el asfalto es lo peor cuando vas con los pies doloridos y al finalizar el día seguro que no lo iba a conseguir.

Así que ese día, llegué al albergue de Maribel Roncal en Cizur Menor. Llegué temprano, no había llegado todavía nadie, lo que aproveche para hacer colada. Este albergue tienen lavadora y secadora, lo que en climas húmedos facilita mucho usar ambos. Tras la colada, una ducha calentita y aproveche para luego poner los pies a remojo para intentar mitigar un poco el dolor, en agua fría con sal y vinagre, algo que me habían recomendado.

El albergue es muy limpio, pero los baños están fuera de la habitación, por lo que si hace un poco de frío, es muy incómodo ir y venir de la ducha. Tienen cocina y comedor, pero no ofrecen servicio de cena.

En este albergue conocí a gente de California, Italia, Alemania, Pamplona y Barcelona. Según iban llegando la gente se iba presentando y compartíamos nuestra jornada. Al final, decidimos salir todos a cenar juntos. Una cuadrilla de desconocidos compartiendo momentos como si nos conociéramos de toda la vida. Fue muy entretenido compartir las motivaciones que nos habían movido a cada uno para hacer el camino.

Acabé el día muy preocupado por el dolor que tenía en los pies, no podía doblar el pie al caminar sobre la zona de los metatarsos. Incluso caminando con las zapatillas para moverme por Cizur. Empecé a darme cuenta de que caminar con las botas que utilizaba para salir al monte, no había sido una buena decisión. Aunque estas las usaba para salidas de medio o de día entero, nunca para varios días con una mochila de 12 kilos… si 12 kilos… ya os contaré la historia de la mochila en otro artículo ^.^

Me sentía bastante derrotado, un poco desilusionado por tener este problema para disfrutar del camino, era mi segundo día y estaba en un estado lamentable. Era muy frustrante tener fuerza para caminar pero que tus pies no te lo permitan, en serio, hubiera preferido mil veces tener el pie con ampollas, que tienen mejor solución.